LA ANTIGUA MANSIÓN DE CABO DE ARENAS
Como cada noche la posada que regentaba Komeya Sujica en Cabo de Arenas estaba abarrotada de gente llenándose el estómago de buena y abundante comida mientras escuchaban los últimos cotilleos locales o a algún visitante que narraba una historia vivida o inventada, eso era lo de menos.
En la chimenea del fondo bailaban las llamas del primer fuego de la temporada ya que el final del otoño, un otoño algo más duro de lo habitual estando tan cerca el mar, había traído nubes que esa noche estaban descargando todo el agua acumulada durante la semana; el viento que se había levantado hacía parecer la noche más fría de lo que en verdad era.
En una mesa cercana a la barra, pues se habían hecho bastante amigos de Komeya, estaban disfrutando de los postres los que empezaban a ser conocidos como los héroes locales. Wrenn estaba contando las aventuras vividas en la cercana Cima del Muérdago, hacía ya más de una semana, a un reducido grupo de trabajadores locales que le miraban sin perderse ni una sola palabra. Los demás asentían o aportaban pequeños detalles a la historia que el pequeño gnomo mago ilustraba con acúfenos (sonidos ilusorios, como los gruñidos de los goblins o los mastines) y maquetas o pequeñas estatuillas ilusorias.
La historia había comenzado en un intento de no preocupar a la gente con las noticias de las muertes de una joven pareja, la hija del molinero y su novio en el molino del sur al lado del río, y la familia de granjeros, algo más separada del río pero también al sur de la ciudad. Gimble, el primo de Wrenn y explorador avanzado, no había pretendido preguntar a Ameiko si conocía los hechos en voz tan alta pero los de la mesa de al lado lo habían escuchado y se habían acercado a conocer los detalles, la rápida intervención del mago consiguió llenarles la cabeza de tantos goblins que se olvidaron del motivo por el cual se habían acercado en un principio.
La puerta del local se abrió dejando entrar una ráfaga de aire frío y a un joven que la elfa reconoció como perteneciente a la guardia de la ciudad, éste les localizó en la mesa habitual y tras quitarse la capa empapada, que dejó al descubierto la tensión que sentía a pesar de intentar disimularlo, se encaminó lentamente hacia ellos.
Mailaní, la clérigo elfa, cruzó una mirada con Lázaro, el paladín humano, que estaba justo enfrente y éste dio un leve pisotón a Wrenn. El gnomo, haciéndose cargo de la situación, terminó rápidamente con la historia y despidió hasta la próxima cena a sus más que satisfechos oyentes. Xu-xhi, el monje humano, dejó un sitio en el banco, que ocupó el recién llegado, y le pasó una jarra de cerveza que acababan de pedir y aún no habían empezado, en realidad la jarra era del paladín, pero Lázaro no se quejó.
El guardia saludó con la mayor naturalidad que pudo y mientras cogía la jarra y se la llevaba a la boca susurró: “Os espera la señora alcaldesa en el ayuntamiento, salid sin llamar demasiado la atención por favor”. Dicho esto dio un largo trago de la espumante cerveza y pareció relajarse algo más. En un instante todos cruzaron las miradas, Wrenn dividió el grupo por señas y solo dijo a su primo que le cogiese su equipo. El monje, tan impulsivo como siempre, se levantó del banco el primero, se estiró y salió andando hacia la entrada, muchos se le quedaron mirando mientras salía pues no hacía una noche en la que apeteciese dar una vuelta, pero como tampoco había un motivo para seguirle continuaron con lo que estaban haciendo. Ameiko pasó en ese momento llevando un montón de platos y Wrenn amablemente se levantó para ayudarla a llevar las cosas a la cocina, Lázaro no cogió nada pero también les acompañó. En la cocina se dividieron, el paladín salió a la calle y siguió el camino tomado por el monje un rato antes, el mago dio la vuelta al local para esperar su equipo y a sus dos compañeros que saldrían por la ventana de la habitación. Gimble y Mailaní se quedaron tomando algo con el guardia haciendo un poco de cobertura hasta que Ameiko volvió. “Hoy duerme con la armadura puesta” susurró el explorador a la muchacha mientras se levantaba. Subieron por la escalera central que llevaba a las habitaciones. Rápidamente cogieron sus cosas, Mailaní cerró bien el cuarto mientras que Gimble le pasaba el equipo a su primo, preparaba una cuerda y se descolgaba hasta el suelo, la elfa lo siguió segundos después.
Ellos tres fueron los últimos en llegar al ayuntamiento, por suerte las capas ayudaron a evitar la mayor parte de la lluvia que seguía cayendo. Lázaro les abrió la puerta vestido con una bonita y sexi bata de mujer: “Bienvenidos al ayuntamiento, pasen y pónganse cómodos caballeros” les dijo al par de gnomos con una voz melosa y sacando la pierna por la raja lateral que tenía la bata. Tras esta pequeña broma y su posterior explicación por el pasillo (como ninguno de los dos había cogido ropa de abrigo para salir a la calle, el ayudante de la alcaldesa les había ofrecido esas batas mientras las suyas se secaban) llegaron a la sala en donde estaba ya el resto reunido. Dicha sala no era demasiado espaciosa pero cabían todos y era cálida, al lado de la chimenea estaban colgadas las ropas chorreantes del paladín y el monje, bajo ellas pequeños charcos de agua crecían lentamente reflejando los colores del fuego. Lázaro se tapaba como podía con la bata pero Su-xhi llevaba la suya de una forma muy natural, parecía que fuese un lujoso kimono hecho expresamente para él…..si no fuese por el bordado que lucía en el cuello, las mangas y el bajo. Tras los saludos pertinentes se sentaron para escuchar las novedades, que por la cara que ponía el hombre sentado a la derecha de la alcaldesa, no debían de ser muy buenas.
– Gracias por responder con tanta premura a estas horas de la noche y con este tiempo tan desapacible – comenzó Devern – quisiera presentaros a Grump, es el vecino de la granja Hamley, la granja atacada y el que se ha encontrado con… bueno, él nos ha traído estas trágicas nuevas, creo que debería ser él el que os explicase lo que vio. – La alcaldesa dio un par de golpecitos en la espalda del joven para animarle.
-Fue… fue… ¡¡¡fue horrible!!! Hacía días… desde el jueves pasado, que no veía a Jon, por eso me pasé esta tarde, para darle las semillas que me pidió y charlar un rato con él frente a un cuenco de avena… como siempre… como siempre… – El hombre se quedó callado, parecía estar cogiendo fuerzas mirando el fondo del vaso vacío que tenía delante, cuando levantó de nuevo la vista la serenidad le había abandonado, los ojos expresaban todo el miedo que debió pasar en esa granja. – Todo parecía normal a pesar de la lluvia… al llegar a la casa la puerta estaba entreabierta, “Jon, Jon, soy yo” dije… como estaba lloviendo, me estaba mojando y no contestaba nadie empujé la puerta para resguardarme y allí estaban todos… en el suelo… dispersados… sobre charcos oscuros… ¡¡medio comidos y todos muertos, MUERTOS!! Yo… yo… salí corriendo, de repente, de los campos de maíz que rodean su granja comenzaron a salir criaturas… ¡¡es como si los espantapájaros vinieran a por mí!! Corrí y corrí, ellos me siguieron, por suerte fui más rápido… o quizás se cansaran de seguirme, no lo sé, solo sé que he conseguido llegar hasta aquí vivo de milagro… yo… – La voz le falló, Devern le llenó de nuevo el vaso y se lo tendió, el hombre lo agarró con manos temblorosas y se lo agradeció con la mirada. La sala se quedó un momento en silencio, Grump intentaba serenarse de nuevo y el resto asimilaba la nueva información.
-Sé que es duro tener que recordarlo de nuevo, pero necesitamos saber algunos detalles. ¿Los cuerpos… estaban enteros? ¿Las caras? – preguntó Xu-xhi.
-Creo… creo que sí, no puedo asegurarlo, ellos estaban… destrozados, les faltaba mucha carne… había huesos al aire…-
– ¿Puedes recordar cuantos te persiguieron? – Quiso saber Gimble.
– Me parecieron al menos cuatro… tampoco estoy seguro. Eran unos seres tan horribles y después de ver todo lo que, supongo que fueron ellos, hicieron a toda la familia de mi amigo que salí corriendo sin mirar atrás, lo siento, no soy de mucha utilidad… – Respondió un poco avergonzado.
-¡¡Pero qué tonterías dices Grump!! Gracias a ti hemos podido avisar a la guardia de la ciudad, ahora están buscando a toda la gente que vive y posee tierras por esa zona y les urgen a coger solo lo indispensable para trasladarse aquí, a la seguridad de la ciudad.- Le animó la alcaldesa.
El hombre, recuperada un poco la autoestima, miró de frente a Lázaro ya que este se había quedado con la siguiente pregunta en la punta de la lengua.
-En las dos ocasiones anteriores habían grabado con alguna sustancia corrosiva el dibujo de una estrella de siete puntas en el pecho o espalda de alguno de los muertos, ¿te suena haber visto algo parecido? – Preguntó el paladín.
– No – se quedó un momento pensando. – Estoy seguro de no ver ningún dibujo, si hubiese algún dibujo antes no lo sé, pero la mayor parte de ellos estaban con poca carne o en los huesos.
El mago permanecía callado intentando encajar todas las piezas, fue la elfa la que preguntó:
– ¿Oliste a podredumbre? Como a gato muerto….-
– No recuerdo ningún olor, ni bueno ni malo… me cuesta mucho recordar todo lo que no sea la imagen de esa habitación y los ojos de los seres que salieron tras de mí de entre el maíz.-
Se volvió a hacer un silencio que solo rompía el crepitar de las llamas y el ruido de la lluvia al golpear las contraventanas.
– Creo que si no tenéis más preguntas deberíamos dejar que Grump regresase a su alojamiento de la ciudad – le despidió la alcaldesa – y no te preocupes por tu mujer y tu hija, estoy segura que alguno de los muchachos de la guardia ya han hablado con ellas para que vengan aquí esta misma noche a reunirse contigo. Descansa lo mejor que puedas hasta ese momento, te lo mereces – Devern le dio un cálido abrazo y pidió a su ayudante que lo acompañara hasta el edificio que estaban acondicionando para toda la gente que desde esa noche necesitaría un techo en Cabo de Arenas hasta solucionar el problema de los ataques. Es cierto que muchos tenían familia con la que alojarse pero otros, como Grump, necesitaban un alojamiento. El resto de los reunidos se levantó dándole las gracias por el aviso y le desearon buena noche. Cuando volvieron a sentarse comenzaron a discutir entre ellos lo que pudo pasar y qué tipo de seres podían haber sido los causantes.
– Está claro que este ataque poco parece tener que ver con los anteriores – dijo Wrenn poniendo en orden todos los datos -los cuerpos anteriores no parecían comidos y estos no tienen dibujos grabados de ningún tipo ni les faltan huesos de la cara. También da la impresión de que los anteriores han sido realizados por una o dos personas y esta vez el ataque ha sido de un número mayor de agresores.
– Cuanto antes vayamos a investigar el sitio mejor- dijo Xu-xhi siempre listo para la acción.
– Yo tengo que pasar por la posada para recoger el equipo – comentó el paladín.
– Si saliésemos en un máximo de una hora aproximadamente podríamos estar allí al amanecer, lo malo es que no hemos dormido ni dormiríamos en toda la noche – aportó Gimble
– Por eso no os preocupéis – Devern no era una mujer ni joven ni de acción, pero sabía muy bien como ser de utilidad en estos casos. – En los establos de la guardia hay un carromato en buenas condiciones en el que podéis descansar de camino a la granja, os acompañarán seis defensores de la ciudad y por supuesto nuestra armería está a vuestra disposición.-
– Muchas gracias señora- Glimble no podía disimular su sonrisa, su carcaj contaba con menos de cinco flechas y no le venía nada mal rellenarlo por lo que pudiese pasar.
– Estoy pensando que de todos los seres que conozco los que más se ajustan al ataque descrito son los ghouls. Son muertos vivientes, de tamaño humano con un aroma que deja mucho que desear y que tienen un permanente e insaciable hambre de carne humana. Su origen, aunque me avergüence decirlo, proviene de un elfo que traicionó a su dios para irse con Grümmsh, el dios de los orcos, y pedirle a cambio la inmortalidad, este se la concedió. En una época en la que los dioses pelearon entre sí, el elfo temió la desaparición de Grümmsh y quiso volver a su dios anterior, éste, en un último gesto de misericordia no le quitó la vida pero le dejó el estigma del gran apetito por la carne humana. Cuando son algo más poderosos son conocidos como ghasts y cuando un ghast mata y se alimenta de un humano este se levanta con el tiempo transformado en un ghoul. – la voz de la elfa parecía perderse en el tiempo – creo recordar que con solo tocar paraliza a la víctima a no ser que sea elfo, podemos atacarlos con cualquier tipo de arma ya que todas les afectan, pueden actuar tanto en noche cerrada como de día, es una pena que no se vean disminuidos por la luz solar. ¡Ah! Casi se me olvida, para que no se vuelvan a levantar es conveniente quemarlos, como supongo que ya habréis razonado vosotros mismos. No puedo aportar ningún dato más, es todo lo que sé de ellos.-
– Perfecto, en ese caso cojamos el equipo y salgamos lo antes posible. – Lázaro se puso en pie – Voy a la posada, nos vemos en la armería lo antes posible.–
– Te acompaño – dijo Mailaní al paladín mientras este y el monje recuperaban sus ropas ya algo más secas – quiero recoger el caballo.- y salieron ambos con paso vivo.
El resto dio las gracias a la señora alcaldesa y se despidió de ella. Acompañados por su ayudante salieron bien abrigados al exterior para recoger el carromato y hacer una productiva visita a la armería.
